—¿ No habrán esperado demasiado antes de llevar a cabo una fracción de aquello de lo que eran capaces? Al adular en exceso a la diosa todopoderosa del éxito social, ¿no habrán vendido baratos sus sueños de infancia? ¿En qué caminos trillados, en qué mezquindades quedaron empantanados sus ideales? La mayoría de ellos están hoy criando malvas.
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—Estamos comprometidos en una batalla, señores. ¿Qué digo, una batalla? ¡Es la guerra! Ustedes, jóvenes almas llegadas a un momento crucial de su desarrollo, serán triturados, aplastados por la apisonadora del academicismo, y el fruto perecerá antes incluso de nacer, o triunfarán y entonces podrá florecer su individualidad. »No teman, aprenderán lo que este colegio exige que sepan; pero, si puedo completar mi tarea, aprenderán aún bastante más. Por ejemplo, descubrirán el placer de las palabras; porque, pese a todo lo que les hayan podido decir, las palabras y las ideas tienen el poder de cambiar el mundo.
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—Se escribe y se lee poesía, no porque sea bonita, sino porque formamos parte de la Humanidad. Se escribe y se lee poesía porque los seres humanos son seres con pasiones. La Medicina, el Derecho, el comercio, son nobles actividades, necesarias todas ellas para mantenernos con vida. Pero la poesía, el amor, la belleza, ésa es nuestra razón de ser.
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McAllister hizo como que se echaba a reír. —¡Filósofos a los diecisiete años! —Es curioso, nunca hubiese imaginado que era usted un cínico —dijo Keating antes de tomar un sorbo de té. —Cínico no, amigo mío —replicó el profesor de Latín—. Realista. Muéstreme usted un corazón liberado del peso vano de los sueños y yo le mostraré a un hombre feliz. —El hombre nunca ha sido tan libre como cuando sueña —replicó Keating—. Ésa fue, es y seguirá siendo la verdad. McAllister frunció el ceño por efecto de un intenso esfuerzo de la memoria. —¿Es eso Tennyson? —No... Es Keating.
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—«Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa. Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida. » —¡Bien dicho! —interrumpió Charlie. —«Abandonar todo lo que no era la vida, para no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido.»
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Señores, todos llevamos en nosotros mismos este deseo de ser aceptados; pero traten de estimular lo que tienen ustedes de único o diferente, incluso aunque por ello se vean tachados de excéntricos.
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¡Oh, cuánto me gusta! —¿El qué? ¿La obra? —La obra, por supuesto, pero, sobre todo, ¡interpretar! Es el trabajo más hermoso del mundo. Y decir que la mayoría de la gente no vive más que una vida, y eso si tienen suerte. Sin embargo, un actor puede vivir docenas de vidas, cada una más apasionante que las demás.
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PD: Me pasó que leí el libro primero, sabía que existía una película, claro, pero lo que me sorprendió fue el descubrir que en este caso el libro era una adaptación del guión original de la película y no al revés como normalmente sucede.
Me encantó esta película.
ResponderEliminarY digo película porque después leí el libro y... me quedo por una vez con su versión cinematográfica
Besos