Y sin embargo era magnífico leerlos a todos. Mostraban cómo los pensamientos y las palabras podían ser fascinantes, aunque fueran inútiles.
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Algo funcionaba mal en todos los que se apuntaban a la Instrucción. La mayoría eran tipos a los que no les gustaban los deportes o bien eran forzados por sus padres a escogerla porque pensaban que era un gesto patriótico. Los padres de los chicos ricos solían ser más patrióticos porque tenían más que perder si el país se hundía.
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Yo no tenía ningún interés. No tenía interés en nada. No tenía ni idea de cómo lograría escaparme. Al menos los demás tenían algún aliciente en la vida. Parecía que comprendían algo que a mí se me escapaba. Quizás yo estaba capidisminuido. Era posible. A menudo me sentía inferior. Tan sólo quería apartarme de ellos. Pero no había sitio donde ir.
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Todas esas pequeñas en sus gradas esperando cada una a su amante, su ganador, su ejecutivo de la gran empresa. Era algo triste. Una bandada de palomas, asustadas por un pedazo de papel ondeando al viento, crujiendo hasta desaparecer.
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Podía ver el camino que se abría frente a mí. Yo era pobre e iba a continuar siéndolo. Pero tampoco deseaba especialmente tener dinero. No sabía qué es lo que quería. Sí, lo sabía. Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera que hacer nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no sólo no me atraía sino que me enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier cosa por el estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en la estructura familiar. Ir a algún sitio para trabajar todos los días y después volver. Era imposible. Hacer cosas normales como ir a comidas campestres, fiestas de Navidad, el 4 de Julio, el Día del Trabajo, el Día de la Madre... ¿acaso los hombres nacían para soportar esas cosas y luego morir? Prefería ser un lavaplatos, volver a mi pequeña habitación y emborracharme hasta dormirme.
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Y sin embargo sabía que lo que estaba viendo no era tan simple ni bonito como aparentaba. Había que pagar un precio por todo ello, una falsedad social en la cual se podía creer fácilmente, pero que podía ser el primer paso que condujera a un callejón sin salida.
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¿Qué importaba eso? Lo que yo quería era vivir en una cueva en el Colorado con víveres y comida para tres años. Me limpiaría el culo con arena. Cualquier cosa, cualquier cosa que evitara que me ahogase en esta existencia monótona, trivial y cobarde.
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Qué tiempos tan frustrantes fueron aquellos años: tener el deseo y la necesidad de vivir pero no la habilidad.
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Quizás pudiera vivir de mi ingenio. La jornada de ocho horas me parecía algo imposible, y sin embargo todo el mundo se sometía a ella. Y la guerra, todos hablaban de la guerra en Europa. No me interesaba la historia del mundo, sólo la mía. Vaya porquería. Tus padres controlaban los años de tu desarrollo jodiéndote todo el rato. Luego, cuando ya eras capaz de vivir por ti mismo, otros querían embutirte un uniforme para que te pudieran volar el culo.
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Necesitaba algún sitio aislado para esconderme. Los barrios bajos eran desagradables. La vida del hombre normal y sano era tediosa, peor que la muerte. Parecía no haber alternativa posible. Y la educación también era una trampa. La poca educación a la que me había permitido acceder me había hecho más suspicaz. ¿Qué es lo que eran los doctores, abogados y científicos? Tan sólo eran hombres que habían permitido que los privaran de su libertad de pensar y actuar como individuos.
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Algo funcionaba mal en todos los que se apuntaban a la Instrucción. La mayoría eran tipos a los que no les gustaban los deportes o bien eran forzados por sus padres a escogerla porque pensaban que era un gesto patriótico. Los padres de los chicos ricos solían ser más patrióticos porque tenían más que perder si el país se hundía.
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Yo no tenía ningún interés. No tenía interés en nada. No tenía ni idea de cómo lograría escaparme. Al menos los demás tenían algún aliciente en la vida. Parecía que comprendían algo que a mí se me escapaba. Quizás yo estaba capidisminuido. Era posible. A menudo me sentía inferior. Tan sólo quería apartarme de ellos. Pero no había sitio donde ir.
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Todas esas pequeñas en sus gradas esperando cada una a su amante, su ganador, su ejecutivo de la gran empresa. Era algo triste. Una bandada de palomas, asustadas por un pedazo de papel ondeando al viento, crujiendo hasta desaparecer.
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Podía ver el camino que se abría frente a mí. Yo era pobre e iba a continuar siéndolo. Pero tampoco deseaba especialmente tener dinero. No sabía qué es lo que quería. Sí, lo sabía. Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera que hacer nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no sólo no me atraía sino que me enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier cosa por el estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en la estructura familiar. Ir a algún sitio para trabajar todos los días y después volver. Era imposible. Hacer cosas normales como ir a comidas campestres, fiestas de Navidad, el 4 de Julio, el Día del Trabajo, el Día de la Madre... ¿acaso los hombres nacían para soportar esas cosas y luego morir? Prefería ser un lavaplatos, volver a mi pequeña habitación y emborracharme hasta dormirme.
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Y sin embargo sabía que lo que estaba viendo no era tan simple ni bonito como aparentaba. Había que pagar un precio por todo ello, una falsedad social en la cual se podía creer fácilmente, pero que podía ser el primer paso que condujera a un callejón sin salida.
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¿Qué importaba eso? Lo que yo quería era vivir en una cueva en el Colorado con víveres y comida para tres años. Me limpiaría el culo con arena. Cualquier cosa, cualquier cosa que evitara que me ahogase en esta existencia monótona, trivial y cobarde.
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Qué tiempos tan frustrantes fueron aquellos años: tener el deseo y la necesidad de vivir pero no la habilidad.
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Quizás pudiera vivir de mi ingenio. La jornada de ocho horas me parecía algo imposible, y sin embargo todo el mundo se sometía a ella. Y la guerra, todos hablaban de la guerra en Europa. No me interesaba la historia del mundo, sólo la mía. Vaya porquería. Tus padres controlaban los años de tu desarrollo jodiéndote todo el rato. Luego, cuando ya eras capaz de vivir por ti mismo, otros querían embutirte un uniforme para que te pudieran volar el culo.
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Necesitaba algún sitio aislado para esconderme. Los barrios bajos eran desagradables. La vida del hombre normal y sano era tediosa, peor que la muerte. Parecía no haber alternativa posible. Y la educación también era una trampa. La poca educación a la que me había permitido acceder me había hecho más suspicaz. ¿Qué es lo que eran los doctores, abogados y científicos? Tan sólo eran hombres que habían permitido que los privaran de su libertad de pensar y actuar como individuos.
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Todo el mundo tiene excesos. El de bukowski era el alcohol, pero todos tenemos un escape de la vida. Hasta una bolsa de papas fritas es droga
ResponderEliminarTodo el mundo tiene excesos. El de bukowski era el alcohol, pero todos tenemos un escape de la vida. Hasta una bolsa de papas fritas es droga
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